25 de diciembre de 2011

Capítulo 4: Triumph Bonneville Black 865

La razón de sus pesadillas. Aquella fuente indiscutible de adrenalina. Fuerza y destreza incontrolables. La llama de su rapidez quemaba. Hacía cenizas el asfalto y despertaba los recuerdos. Victoria, así la había bautizado su hermano, y de la misma manera ella la había enterrado sin dar tiempo a respuestas. Lo único que había sobrevivido aquel día. Apenas unos rasguños la habían arañado sin dolor.
Aquel era su obstáculo, la Triumph Bonneville 865 de color negro, y era con quien debía rivalizar. Dejar las diferencias a un lado. Enfundarse en valor y vencerla.
Las sábanas se enroscaban en su cuerpo como un remolino. El nórdico estaba a sus pies embebiéndolos en el último aliento cálido que quedaba antes de desaparecer tras la cama. Eran las cuatro de la mañana. Por suerte era jueves y estaba oficialmente de vacaciones.
No podía dejar de darle vueltas. Tenía que hacerlo de una vez. Llevaba meses sin poder dormir, despertándose entrada la madrugada totalmente húmeda en sudor, sin poder quitarse la misma imagen que se proyectaba una y otra vez dentro de su mente. Tenía que borrar el miedo y la angustia. Fue así, pensando en cómo lograr hacer frente a los fantasmas del pasado, como volvió a quedarse dormida hasta despertarse de nuevo bien entrada la mañana.
Bajó descalza hasta la cocina en donde tomó un gran vaso de leche caliente como desayuno y su dosis diaria de πορφύρα (púrpura), un medicamento que tomaba (según le había dicho su padre desde que nació) por una enfermedad que tenía en la sangre.
Le echaba de menos. Solían llamarse durante la semana un par de veces para hablar. Por suerte apenas quedaban unos días para su llegada. Quedaban tres días para las vacaciones de Navidad de su padre y, según le había dicho, traería una gran sorpresa consigo. Algo que hacía tiempo que le quería enseñar.
Se puso la ropa de andar por casa (que consistía en unos vaqueros y una sudadera amplia; y unas botas si salía a la calle) y bajó al sótano. La puerta emitió un leve chillido y ante ella se presentó de nuevo la oscuridad. Tras unos cuantos escalones, en la pared, encontró el interruptor de la luz. La estancia se iluminó y pudo ver a Victoria cubierta por una gran lona negra. Una nube de polvo asfixió la habitación dejando a su espalda la reluciente moto. Recordó entonces las clases que años antes le había dado su hermano, incluso a raíz de ello se había sacado el carné. Ahora tendría que recordarlo todo de nuevo pero sabía que, pese a lo doloroso que le resultase, era lo correcto para poder, de alguna manera superficial, cerrar las heridas. Tenía que vencer el poderío de Victoria. La potente moto la hacía sentirse insignificante. Toda la seguridad que había estado tejiendo en su cabeza desde la madrugada desapareció en el momento en que se subió a ella. Ni siquiera la arrancó, pero el miedo bombeaba su sangre y la adrenalina no hacía otra cosa que aumentar.
El sótano tenía una pequeña puerta trasera que daba a la parte baja del jardín que, a su vez, comunicaba con la carretera. Sacó la moto a la luz del sol haciendo que brillasen enloquecidos todos sus detalles metálicos. Se puso el casco con manos temblorosas, y fundió las mismas con los manillares haciendo que cuerpo y vehículo fuesen tan sólo uno. La arrancó. El sonido la ensordeció por momentos y le puso el corazón a mil.
Respiró hondo varias veces intentando disminuir su ritmo cardiaco. Tarareó interiormente una de sus canciones favoritas (Sigur Ros – Staralfur) queriendo sincronizar respiración y tempo. Por momentos lo conseguía, pero las intenciones seguían siendo las mismas y los sentimientos no habían cambiado en absoluto. Seguía odiando con todas sus fuerzas aquello que ahora parecía formar parte de su cuerpo, aquello a lo que se aferraba con tanta fuerza que incluso llegaba a doler.
Todo por miedo a caer otra vez.
Había llegado el momento de saldar deudas lejanas en el tiempo. Era la hora de cruzar la línea, de acabar con el tormento.
Debía darle una lección a Victoria. Esta vez sería ella quien saliese vencedora de la batalla.
La moto comenzó a andar.

2 comentarios:

  1. Quiero más!!
    Me encanta cómo haces de la moto un personaje más, como si pudiera sufrir la frialdad de la venganza o la emoción de un reto... es simplemente GENIAL.
    Dale las gracias a Papá Noel!! :)
    ¡Feliz Navidad!

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  2. Yo te doy las gracias a ti por leerlo.
    Para mí es un placer escribir, y que la gente lo lea y le guste, como es tu caso, es la recompensa más valiosa.
    Gracias!
    Habrá más, no te preocupes, pero el año que viene :)
    ¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!

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