12 de febrero de 2012

Capítulo 10: El gran baile.

La cena había concluido, y todo, más o menos, había salido satisfactoriamente. Sólo había un pequeño detalle invisible para todos: la pequeña espinita que se había clavado en el corazón de Jane. Lo admitiera o no, tenía miedo de volver a ver a su padre sufrir.

Tras el postre, se trasladaron del comedor a una sala algo mayor donde tan solo había una barra, unas cuantas sillas y el sitio que ocupaba la banda, el resto estaba completamente vacío para el baile que estaría iluminado por brillantes lámparas de araña con millones de diminutos cristales detalladamente pulidos.

Había poca gente sentada, todos estaban muy animados en el baile. Ella, en cambio, prefería estar sentada pudiendo observar los sutiles movimientos de cada pareja. Su padre parecía feliz en los brazos de Iris. Eso la hacía sentirse un poco mejor.

-¿No baila? – dijo sobresaltándola de nuevo.
-Quizás luego.

Pero entonces sonó aquella canción y su padre no puso evitar sacarla a bailar.

Dejó atrás la estela de su perfume que Yago no desperdició. Se mantuvo de pie, apoyado en la barra observando como Jane bailaba agarrada a su padre. Sin duda era preciosa, la mujer más hermosa que sus ojos habían contemplado jamás. Aquella por la que cualquier hombre sería capaz de darlo todo.

-Es una de las canciones favoritas de mamá.
-Lo sé, la pedí expresamente para nosotros.
-¿De verdad?
-Pues claro cielo. Te vi un poco triste y pensé que bailar conmigo esta canción te haría sentir mejor.
-Lo siento. No he pretendido en ningún momento desilusionarte. Es sólo que… Tengo miedo a que vuelvas a sufrir.
-Shhh, ahora sólo disfruta.
-Sólo una cosa más. Smile hubiera estado un poco mejor.

Su padre la abrazó un poco más fuerte. Sí, aquella había sido la canción favorita por excelencia de su mujer. 
Bailarla con ella era una de las cosas que más felices la hacían. Esperaba que algún día su hija pudiese sentirse así.
Su hija no pudo evitarlo y mientras bailaba cantaba la canción.

-Y así pasan los días, y yo desesperado, y tú, tú contestando: quizás, quizás quizás…

Oh dios, aquella melosa voz. Sin duda no sabía donde meterse.

Bailaron hasta que la canción terminó. Se quedaron un momento abrazados hasta que la música volvió al lugar.

No podía ser cierto. No. Otra coincidencia más no.

-Me concede este baile señorita.

Su padre la miró como diciendo, a qué estás esperando, ¡vamos!

Jane tragó saliva. Era lo único que le permitía su cuerpo en ese momento. Marcos la trajo hacía sí, arrimándola un poco más contra él. La canción era lenta, muy lenta. Alguien les tenía que haber escuchado, si no como era posible…

-No entiendo como justamente ahora están tocando Smile, es…
-¿Cómo si alguien hubiese escuchado la conversación que mantenía con su padre? – dijo mirándola fijamente a los ojos.
¿Cómo era posible? Aquel hombre no dejaba de sorprenderla.
– No llego a tanto, pero lo que le aseguro es que leer los labios se me da realmente bien.
-Has… Has sido tú.

Marcos les dejó de observar un momento. Sería perfecto. Se acercó disimuladamente a la banda, y le pidió muy amablemente que tocasen Smile, y que la tocasen como realmente era, muy muy lenta. Así debía ser.

-Disfruta Jane. Sólo has de hacer eso. Déjate llevar.
-Dejarme llevar…
-Eso es. Cierra los ojos. Siente la música, el ritmo, los latidos de tu corazón acompasados al tempo y no pienses en nada más.

La agarró por la cintura y la acercó un poco más. Apenas había espacio entre ambos. Sus rostros estaban a punto de rozarse. Fue entonces cuando Jane cerró los ojos y se dejó llevar. Apoyó la cabeza en su hombro y dejó que fuese él quien la guiase por la enorme pista. De nuevo aquella sensación se apoderó de ella. Parecía flotar, volar, sentir la leve brisa ondeando su vestido, elevarse hasta el mismísimo cielo. Sin darse cuenta le pasó el brazo por la espalda y lo agarró.

Aquello no podía estar sucediendo de verdad. Cuándo sería el momento de despertar. Dios, resultaría tan doloroso, que Marcos fuese tan sólo un sueño, que no hubiese cena ni compromiso, ni siquiera vestido.

La música llegó a su fin, y con ella un pequeño descanso para la banda. Entre las risas alegres de la gente, y aquellos pequeños acordes del final que aún se mantenían en el aire, sus labios, inevitablemente, no podían dejar de aproximarse.

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