6 de enero de 2012

Capítulo 6: Cuestión de vestuario.


Llevaba horas y horas rebuscando algo decente por su armario. No sabía muy bien porque le daba tanta importancia al asunto. Tan sólo era una cena. Nada más. Seguramente con conocidos de su padre de poco interés para ella, pero de alguna manera su sexto sentido femenino le decía que no era así, que había algo más.

Al final optó por lo de siempre. Vaqueros negros ajustados, camiseta ceñida de color rosa palo y americana.

-Por una vez… - dijo mirando los kilométricos zapatos de tacón que se encontraban frente a ella.
-Jane, o te das algo de prisa o llegaremos tarde, y esa no es una posibilidad.
-Ya estoy.

Bajó las escaleras, cabizbaja.

-¿No pensarás ir así?
-¿Qué pasa?
-Menos mal que me lo imaginaba.

Fue al salón donde cogió una percha con un impresionante vestido.

-No pretenderás que me meta ahí dentro…
-Quizás cambies de opinión cuando te diga que era de tu madre.
-¿En serio era de mamá?
-Era el vestido que llevaba cuando nos prometimos.

No pudo evitarlo. Abrió la boca tanto como pudo de la impresión. Apenas la conocía, sólo por lo que su padre le contaba de vez en cuando, que era en muy pocas ocasiones porque le dolía demasiado hablar sobre ella; pero siempre había tenido presente su elegancia.

-No me gustaría manchar tu memoria sobre ella poniéndomelo yo y lo digo en serio. ¿De verdad me lo tengo que poner? Si lo estropeo o algo me muero, parece tan frágil…
-Deja de decir tonterías. Por supuesto que sí. Lo harás y ahora mismo. Y date prisa que llegamos tarde.
-Se me olvidaba… -dijo volviendo sus pasos de nuevo al salón, trayendo consigo una bolsa con dos cajas que le ofreció. – esto también va incluido.
-¿Qué es?
-Sube a cambiarte, lo verás arriba.

Subió de nuevo a la habitación, se puso el vestido, para su sorpresa, sin apenas dificultad. Abrió la bolsa con latente curiosidad. Sus manos se movían agiles. Sacó la primera caja, la más voluminosa y pesada. Dentro había unos bonitos zapatos del color del vestido, rosa claro. Se los puso. A continuación abrió la segunda, más pequeña y ligera. Dentro había dos bolsitas de tela transparente con un fino color morado. Cogió la primera de ellas. Un reluciente pasador de plata en forma de flor. La segunda contenía dos preciosas pulseras y un brazalete que colocó respectivamente en la muñeca izquierda y en el brazo derecho.

Se maquilló: un poco de sombra rosada, la línea del ojo marcada por el lápiz negro, un poco de colorete en las mejillas… Colocó las lentillas. Después cogió el rizador y se hizo unos largos tirabuzones mezclados con largos mechones lisos. Se echó el pelo hacía atrás recogiendo la parte superior con el pasador de plata y el resto lo enganchó con horquillas en la zona de la nuca para, después, proyectarlo hacia delante del lado derecho de manera que cayera en cascada sobre el pecho. Se puso los pendientes que le había regalado su padre para su dieciocho cumpleaños. Se miró al espejo, el vestido era precioso, muy simple, pero elegante y fino. Los dos tirantes tenían piedras plateadas, al igual que una pequeña tira bajo el pecho que ajustaba y ceñía el vestido contra él. El resto caía en cascada hacía el suelo.

Tras echarse un poco de colonia en las muñecas y cuello, bajó las escaleras de nuevo ante la atenta mirada de su padre.

-Estás…estás…
-¿Qué?
-Espectacular. De verdad. Me atrevería a decir que te queda incluso mejor que a tu madre y mira que eso es difícil, ella estaba perfecta.
-Papá… Que me voy a sonrojar.
-Venga, vamos o llegaremos tarde.

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