8 de enero de 2012

Capítulo 7: La cena.

Llevaban una hora y media de viaje. Hacía ya tiempo que se había perdido, no tenía ni idea de donde se encontraba, y si la intención era precisamente no saber volver al lugar lo había conseguido a la perfección. ¿Dónde demonios estaba?

Después de otra media hora en coche llegaron al misterioso lugar.

Una gran casa se imponía frente a ellos marcando territorio. Era deslumbrantemente enorme. Construida seguramente alrededor del siglo XIX. Era preciosa, con tantos detalles arquitectónicos que la hacían única. ¿Quién viviría allí? No parecía que fueran a cenar cinco personas viendo la impresionante mansión, seguramente serían unos cuantos.

Su padre le abrió la puerta del coche. Llevaba un traje negro ajustado, algo tapado por el abrigo, que marcaba su figura atlética, igualita que ella, y una corbata rosa a juego con el vestido de su hija.

-Espera.

Sacó del bolsillo de su chaqueta una pequeña caja de color rosa y se la ofreció. Jane titubeó pero finalmente la cogió.

-Se me olvidó dártelo antes. También era de tu madre. Pero es incluso más valioso que el vestido. Cuídalo, y no lo pierdas nunca.

Abrió la caja donde encontró un precioso anillo con una piedra azul en el centro. Se lo colocó en el dedo anular.

Más que a una cena de Nochebuena, parecía que iban a la boda de alguien muy importante.

Cuando llegaron a la puerta, un hombre bien entrado en años les invitó a pasar ofreciéndose a su vez a recoger sus abrigos. Jane se desprendió del suyo con lentitud, no le apetecía en absoluto mostrar su impresionante figura que se realzaba aún más con aquel vestido, se sentía cohibida. Su padre, por el contrario, lo dejó de buena gana y se acercó a una preciosa mujer en la que se fundió en un emotivo abrazo. Ella se quedó unos instantes sola que aprovechó para observar con detalle el lugar. Quien viviera allí tenía un exquisito gusto para la decoración (y mucho, muchísimo dinero). Era realmente espectacular. Parecía que acababa de entrar en un mundo completamente diferente al real, como cuando se metía bajo el agua, era exactamente la misma sensación.

¿De verdad aquello no era un sueño? ¿Cómo podía existir un mundo tan opuesto al real sin que el resto de la gente tuviese la más mínima idea de su existencia?

Su padre la llamó para que se acercara haciendo explotar la burbuja en la que se encontraban sus pensamientos. Quería presentarle a su acompañante, pero antes necesitaba respirar, coger aire para lo que imaginaba le iba a decir. Sí, aquello era más que una cena por Nochebuena. Le hizo un gesto de espera a su padre.

Se acercó al amable hombre que había recogido su abrigo y casi en un susurro le preguntó por el servicio. El hombre se lo indicó tras varias señalizaciones con los dedos. Apenas habían pasado unos segundos y ya se le había borrado el final del mapa imaginario que tenía en la cabeza. Dejó atrás a su padre y a aquella a mujer que lo miraba con dulzura, y como una estela, a medida que caminaba, la música de bienvenida, que hacía más bonito (si cabe) el lugar, quedaba a su espalda formando parte del fondo junto a las conversaciones del resto de personas que se mantenían a la espera y que ahora eran tan sólo un murmullo.

Giró a la derecha donde se encontró con unas escaleras de mármol blanco. Subió hasta el primer piso, giró de nuevo, esta vez a la izquierda. Otro pasillo, la música volvió a sonar, esta vez más alta. Caminó hasta el final y tomó el corredor de la derecha. A la mitad volvió a girar a la derecha llegando a una inmensa sala de estar. Vale, no era por ahí. Estaba claro que se había equivocado. Titubeó. ¿Qué se supone que debía hacer? Su padre la esperaba abajo impaciente y ahora ella… Ella no sabía donde estaba.

Aprovechó aquel improvisto para inspeccionar un poco el misterioso palacete. En frente de ella, cruzando el enorme salón, había una puerta entreabierta. Empezaría por allí. A ver hasta donde la llevaba.

No fue muy lejos ya que tras la puerta encontró una terraza abierta a la parte trasera del edificio. Todo estaba oscuro salvo por unas pequeñas luces alrededor del balcón. Se arrimó a la barandilla, rebuscó en su bolso hasta dar con la caja de tabaco. Estaba segura de cuales iban a ser las palabras de su padre. No es que no le fueran a gustar, mientras fuese feliz nada importaba, pero de alguna manera todo aquello la asustaba. Le daba vértigo.

Se metió el cigarrillo en la boca y lo encendió a la vez que daba la primera calada. Respiró hondo. Fumaría el cigarrillo y bajaría. El baño no importaba. Ya no. Tan sólo había sido una distracción para perder un poco el tiempo. Un juego para abandonar lo que la esperaba en el recibidor.

Una voz a sus espaldas la sobresaltó.

-Perdone, no puede estar ahí.

1 comentario:

  1. Más más más más más más más más más más!!!! :D
    Que sea un chico guapo, que sea un chico guapo!!!! :P

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