Jane
se giró. Su mano aún se mantenía en el aire esperando una aceptación. Le miró a
los ojos. Dudó.
-Estoy
cansada Marcos. – dijo mientras cerraba los ojos y suspiraba lentamente.
-Por
favor. – murmuró.
Jane
los volvió a abrir. Su mirada era una verdadera súplica. No podía decirle que
no. Al menos, no en ese momento.
-De acuerdo. – se rindió al tiempo que le tomaba de la mano.
Marcos
la dirigió hacia la puerta y justo antes de abrirla se giró y apoyó sobre sus
labios su dedo índice. Jane no pudo evitar sonreír. El tacto de su piel le
había hecho cosquillas. Abrió la puerta con cuidado y Jane la cerro tras de sí.
Bajaron las escaleras hasta el piso dos: la biblioteca. A esas horas estaba
absolutamente vacía, y era ese vacío lo que la hacía aún más hermosa. Tenía
detalles arquitectónicos del Renacimiento italiano. En las estanterías no
entraba un libro más. Las mesas de roble que llenaban, seguramente, un antiguo
salón - puesto que al fondo había una enorme chimenea y aún había algún que
otro cuadro o tapiz colgado de las altas paredes – estaban colocadas
simétricamente. Cada una de ellas tenía su respectiva lámpara y en un cajón se
ocultaba un tintero, una pluma y una lupa. Algo que le resultó curioso cuando
Marcos se lo enseñó.
-Hay
gente que aún prefiere el método tradicional. – le explicó guiñándole un ojo.
-Hace
que este lugar sea aún más mágico.
-Sí,
lo es.
Jane
volvió a recordar las palabras que sin piedad alguna había precipitado sobre
él. Mientras lo veía guiándola por la inmensa biblioteca en la que se perdería
una y otra vez, no pudo evitar morderse el labio inferior. Lo hacía siempre que
estaba nerviosa o se arrepentía de algo. Era una de las muchas manías que
tenía.
Marcos,
al ver que Jane se quedaba atrás se detuvo. Jane le lanzó una mirada de perdón.
No sabía que decir. Él tan sólo quería ayudarla. Hacerle ver porque estaba allí
y para qué. Y ella no hacía otra cosa que rechazarle una y otra vez. ¿Qué había
sido de aquel primer encuentro en la cena de Noche Buena, aquel día tan mágico
y al mismo tiempo tan terrorífico?
-Lo
siento mucho, de verdad. Yo… no sé que decir.
-Shhh,
no tienes que decir nada. Ven, he encontrado lo que te quería enseñar.
Se
acercó tímidamente. Marcos posó un enorme libo sobre la mesa más próxima a la
estantería de donde lo había cogido.
-Ábrelo.
-No
sé si yo…
-Vamos,
no tengas miedo.
-La
verdad me aterroriza…
-Shhh…
- susurró mientras le rozaba la mano con cariño.
Se
acercó a ella y la abrazó mientras le acariciaba la espalda. Allí estaban las
marcas. Sin duda no faltaba mucho más para su completo desarrollo por lo que
debería comenzar a entrenarse cuanto antes.
Se
separaron lentamente. Marcos la cogió de la barbilla con delicadeza, pero, sin
saber muy bien porqué, fue Jane quien se precipitó sobre sus labios. Fue un
beso breve pero de tal intensidad que después de separarse y mirarse con timidez
aún sentían el roce de los labios del otro.
-Lo
siento… - dijeron al mismo tiempo.
Rieron.
Fue en ese momento, en la distracción que causaron las risas en la madrugada, y
la atractiva soledad de la biblioteca, cuando - olvidando por completo el
motivo de estar allí - Marcos la besó
profundamente. La saliva intacta de sus bocas se intercambiaba continuamente,
la lengua curioseaba con ternura cada rincón; la sensualidad podía saborearse
en cualquier parte.
Pocas
veces habían sido las que Jane había besado a un chico, pero lo que le había
quedado claro, es que aquellos besos sabían diferentes, se sentían con más
intensidad de la que nunca hubiese pensado que se desprendiese de un beso.
Su
corazón latía desenfrenado contra su pecho, que cada segundo ardía en llamas un
poco más.
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